CabrÃa también preguntarse si alguna vez lo tuvo; pero suponiendo que sÃ, y por lo menos en lo formal asà fue, está claro que en nuestra ciudad ya no hay sector polÃtico vecinalista, y a juicio de este columnista, eso no es malo sino todo lo contrario.
Dada la estructura actual de la administración pública, con gobiernos municipales que surgen del devenir de la "polÃtica local", el "vecinalismo" supone construcciones imposibles de ubicar. Distinto serÃa si la "polÃtica" estuviera reservada a la conducción de los estados (nacional y provincial), y los municipios tuvieran equipos técnicos, gente con capacidad o vocación para desempeñarse en determinados temas, profesionales e idóneos en cuestiones varias, todos dispuestos a aportar desde el aspecto técnico al proyecto que la ciudadanÃa eligió como modelo polÃtico para el Estado.
Esto no ocurre, ya que por algún motivo se decidió que las administraciones locales también sean fruto de confrontaciones polÃticas. Y el vecinalismo, lejos de avanzar hacia una visión más globalizadora de la gestión pública (integrándola a los niveles superiores), la restringe todavÃa más, vistiéndose de "apolÃtica" e intentando concentrar voluntades afines a todos los partidos, hacia un proyecto puramente local.
Pues bien: no existe la República de Rojas. Un municipio necesita integrarse a su organización polÃtica territorial. Ni siquiera la Argentina podrÃa existir por fuera de la realidad continental. El vecinalismo, entonces, intentando convertirse en todo, logra apenas ser nada. Y esto queda muy claro cuando, como ocurrió en Rojas, los pretendidos vecinalistas advierten que jamás podrán continuar una "carrera polÃtica" (absurdo conceptual, si los hay), catapultándose hacia niveles superiores (diputaciones, senadurÃas, etc.) desde una alternativa únicamente municipal.
El vecinalismo vernáculo nació en los primeros años del siglo, luego de que el entonces presidente del Partido Justicialista, MartÃn Caso, lograra una banca de concejal por la minorÃa, y se convenciera de que jamás podrÃa superar a los sectores nucleados detrás del liderazgo de Norberto "Chano" Aloé en una elección interna.
La por entonces llamada Agrupación "26 de Octubre" inició su camino, pero como estaba claro que ninguno de sus dirigentes lograrÃa trascender desde ahà hacia niveles superiores del Estado, concretó acuerdos que nada tuvieron que ver con convicciones (queda clarÃsimo al ver los sucesivos interlocutores), sino con conveniencias coyunturales.
AsÃ, el vecinalismo rojense fue parte del Frente para la Victoria y sumó su boleta a la de Cristina Fernández de Kirchner en 2007. Hizo lo mismo con Francisco De Narváez en 2009. Y a partir de 2011, ya en el gobierno, concretó una serie de acuerdos con sectores absolutamente discordantes: continuó sus conversaciones con De Narváez a través de uno de sus alfiles, Alfredo Atanasof; hizo un intento por recuperar la presidencia del PJ lanzando un globo de ensayo a través de medios que lo tratan con benevolencia; "cerró" con Kolina, la agrupación liderada por Alicia Kirchner (a la que le otorgó una SecretarÃa); se mantuvo todo lo cerca que pudo de Daniel Scioli (quien podrÃa caracterizarse como lÃder de una lÃnea interna dentro del kirchnerismo); y terminó acordando con el opositor Sergio Massa.
Este alineamiento del ex vecinalismo, actual Frente Renovador, no es malo; implica un sinceramiento, y por qué no, una vuelta del sector que lideran los hermanos MartÃn y Luis Miguel Caso a los carriles de la polÃtica bien entendida, esto es, la que no pretende disfrazarse de "apolÃtica" o "apartidaria". Aunque pierdan algunos votos y ganen otros. En este caso, las cuentas son lo de menos, porque la historia no se termina en octubre. Ni en 2015.